Intervención en el ámbito educativo (prevención terciaria)
La prevención terciaria implica el establecimiento de medidas eficaces para prevenir las complicaciones y la cronicidad de la enfermedad. Este tipo de actuaciones se realizarán principalmente desde el ámbito sanitario (unidades y/o programas de Trastornos Alimentarios).
No obstante, se sigue considerando esencial la colaboración con el ámbito escolar, con el objetivo de programar actuaciones conjuntas con el profesorado a través de actividades de coordinación de actuaciones (incluso con el calendario de actividades y exámenes) y normalización de trato como objetivo de tratamiento.
Asimismo, la intervención familiar debe ser coordinada con el entorno escolar, a través de programación de objetivos comunes en las principales áreas de funcionamiento del paciente.
A continuación se incluyen unas RECOMENDACIONES BÁSICAS para docentes:
1. Los comentarios con la persona afectada no deben centrarse en la alimentación, la figura, el peso, los síntomas…sino en su estado emocional dado que:
- A veces, se utiliza el trastorno para evitar hablar de otros problemas más profundos, o se utiliza el trastorno como “máscara” por dificultades de autoestima. Es fundamental hablar de otros temas e interesarse por la vida de esta persona en áreas que no sean la alimentación o la forma corporal: cómo se siente con sus compañeros, con la presión académica, qué asignaturas le gustan… Las cuestiones relacionadas con alimentación y síntomas las abordará en las consultas sanitarias.
- A veces, hablar de los síntomas se puede utilizar para comunicar un malestar pero no una forma sana de comunicación y no se debe reforzar precisamente por eso. Si habla de los síntomas, se le debe remitir a los profesionales del entorno sanitario.
- Un trastorno alimentario es un problema complejo: los consejos no suelen ser de ayuda, más bien lo contrario. No es un problema racional, en el que necesite convencerse de algo. No debatas. Deja el tratamiento a los profesionales y ofrece tu apoyo, que es insustituible.
- Si a pesar de todo habla de los síntomas, de su apariencia... se puede transmitir empatía a pesar de la diferencia de criterio. Por ejemplo: “debe ser duro sentirse así aunque yo no te veo como tú te ves”. Deben evitarse debates (“es imposible que te veas así”), moralizaciones (“¿cómo puedes decir eso?”), rechazos (“estás en los huesos”). Es importante recordarle que el problema no es la imagen que tengan los demás, sino su propia autoimagen en todos los sentidos (no sólo en el físico).
2. Si se detectan síntomas en el centro educativo (comida escondida, vómitos, laxantes…), debe hablarse clara y asertivamente con la persona transmitiendo de forma descriptiva lo observado y sin pedir confirmación al respecto ni entrar en discusiones. El objetivo de transmitir la información no es que lo reconozca sino que tenga conocimiento de la preocupación y disponibilidad del personal docente.
3. Están desaconsejadas las indirectas, secretismos, rodeos o chantajes emocionales. Las técnicas alarmistas no funcionan, no “hacen reaccionar” y hacen perder confiabilidad. Las consecuencias negativas del trastorno alimentario suelen vivirse a medio y largo plazo, por lo tanto no son un argumento útil y suelen sonar a falsa amenaza, con los riesgos que ello tiene en la relación.
4. Se debe mantener un respeto a su intimidad similar al de resto de alumnos, evitando revisiones de mochilas, cajoneras… Las actitudes “persecutorias” no tienen ningún efecto positivo, más bien lo contrario. Por supuesto, se debe actuar como en cualquier otro caso si hay salto de normas. Por ejemplo, si no pueden llevarse medicamentos al centro educativo pero se encuentran laxantes u otros productos adelgazantes, anorexígenos o diuréticos, éstos deben ser retirados por la seguridad de todos.
5. Si la persona afectada con un trastorno alimentario come en el centro educativo o de forma puntual en alguna actividad extraescolar, es recomendable que tenga compañía pero no vigilancia. En la medida de lo posible, debe intentar normalizarse ese momento y no realizar comentarios ni adoptar expresiones sobre lo que come o deja de comer. En casos graves, se limitará el acceso al aseo durante y después de la comida, recordándole si es necesario antes de entrar al comedor que pase por el aseo porque después no podrá hacerlo. En casos menos graves, es suficiente con limitar el uso del baño de forma normalizada, dado que no se permite a ningún alumno que pase “horas”en el baño.
6. En casos graves de anorexia nerviosa, se remitirá informe recomendando la restricción de ejercicio físico lo que implica fundamentalmente la asignatura de Educación Física. Se entiende que la vigilancia durante los recreos es más complicada e incluso puede no ser sana. Generalmente bastará con recordarle los motivos por los que se ha realizado esa restricción.
7. Si hay básculas en el centro educativo deben estar restringidas. Por supuesto, se deben evitar siempre situaciones como pesarse en público delante de compañeros o comentarios sobre el peso y la apariencia externa.
8. Siempre se debe hablar con la familia de la necesidad detectada, enfatizando la dimensión emocional del trastorno. Si el adolescente nos pide que “le guardemos el secreto”, hablaremos con él de los motivos de su reticencia (suele ser básicamente vergüenza, miedo o sobreprotección a los padres de información dolorosa) y podemos ofrecernos para acompañarle en la comunicación de esa información. Es cierto que en algunos casos no es necesario profundizar en detalle en las características de los síntomas sino en la necesidad de apoyo emocional y atención sanitaria.
9. Es importante transmitir una actitud de aceptación y aprecio incondicional, más allá de los errores, los logros o los fracasos. Se deben evitar las comparaciones con el resto de compañeros, ni siquiera si es para transmitirle un elogio positivo. Tampoco son recomendables las etiquetas positivas generales “para subirle la autoestima”. Los elogios generales no resultan fiables y aumentan su desconfianza en los demás.
10. Es importante fomentar en la medida de lo posible la toma de decisiones autónoma y las conductas asertivas, en las que pueda expresar de forma abierta y sincera sus opiniones y emociones.
11. Una trampa frecuente ante una persona afectada por un trastorno alimentario es adoptar el papel de “salvador/a”. Es sin embargo fundamental recordar su papel activo en la recuperación: la persona que de la que depende la solución del problema es ella misma, con apoyos. Cuando haya mejoría, recuérdale su papel en ello.
12. El tratamiento y la recuperación de los trastornos alimentarios es muy prolongada y angustiosa. Es perjudicial para todos angustiar “metiendo prisa” porque no se observen cambios o criticar al equipo terapéutico sin conocimiento del proceso.