Urgencias, Medicina Interna, UCI
Urgencias, Medicina Interna, UCI
La experiencia de mi enfermedad.
Ida a otra dimensión y retorno a la vida.
Hace 9 días que me dieron de alta en Hospital de Hellín tras sufrir una neumonía bilateral grave por Covid, sobreinfectada por alguna bacteria que no pudo ser identificada.
Tengo 68 años y soy cirujano en ejercicio durante los últimos 43. Siempre he gozado de buena salud, no recuerdo haber estado nunca enfermo y jamás he precisado de ningún fármaco para desarrollar mi vida normal, bastante activa.
Como todos, desde marzo del año pasado he tratado de informarme y protegerme ante esta nueva enfermedad, siguiendo escrupulosamente las pautas de prevención establecidas más aquellas que, siendo de sentido común, muchas veces no están escritas en los protocolos.
Había leído bastante sobre las vacunas y la revolución tecnológica que suponen las de ARN, ADN y las cadenas antisentido, sin duda supondrán una visión nueva de la Medicina en las próximas décadas, no solo para esta enfermedad, sino para cualquier otra infecciosa, el cáncer, ELA, defectos metabólicos, …
Para mí, la esperada vacuna de Pfizer llegó el 14 de enero y la verdad con muy pocos efectos inmediatos, su inoculación suponía entrar en una nueva situación para afrontar, con menos riego, un posible futuro contagio.
Confiado en que, con mi estilo de vida, cuido mi microbiota, y ella me cuida a mí, en que mantengo buenos niveles de Vitamina D y no tengo ninguna enfermedad previa, la vacuna podía hacer su efecto perfectamente.
Unos días después de la vacuna comencé a sufrir crisis de tiritona y escalofríos, sin fiebre y pensé que sería un efecto secundario de la vacuna.
El día 20 operé a la madre de un amigo con 91 años (que gracias a Dios no se ha infectado) y el 21 me era imposible estar en quirófano, no tenía fuerzas y comencé con fiebre. Ese día se me diagnosticó por PCR de Covid.
Un caso más entre tantos miles que sin saber cómo y pensando que todo lo has hecho bien, de pronto te encuentras con un diagnóstico positivo. Esto revoluciona tu vida, te haces mil preguntas sin respuesta en ese momento y con cierto sentimiento de culpa. ¿Habré trasmitido la enfermedad a mi familia? ¡Madre mía, ayer operé a la madre de un amigo con 91 años, mis compañeros, todo el personal con quien he estado,! ¿habré sido vector para ellos?
Los síntomas propios te hacen centrarte en tu problema, el cansancio, la disnea, la tos seca persistente e insoportable y posteriormente la fiebre, que en mi caso llegó a superar los 40ºC.
Tras dos visitas a urgencias y la no eficacia del tratamiento en casa, en la tercera visita al hospital, me ingresaron pasando una noche en observación, durante la cual todos mis parámetros fueron empeorando y el quebrantamiento físico que sentía era enorme, con gran dificultad e impotencia para casi toda función vital.
El siguiente paso fue pasarme a la UCI y colocarme unas gafas de alto flujo como alternativa a la intubación si éstas no cumplían su función. Además un sin fin de fármacos para controlar la sobre infección pulmonar y el resto de las funciones vitales.
Adaptarte a respirar con el ato flujo en la nariz, sabiendo que si no lo aprovechas, te intuban, conseguir respirar de forma acompasada y descansar era muy difícil, dormir imposible.
Ante esta situación del respirador, me hacía planes que duraran cortos periodos de tiempo y después los alargué hasta un turno de enfermería.
Durante ese tiempo tenía que mantenerme alerta, respirar aprovechando el oxígeno al máximo, coordinarme con la máquina, todo para optimizar su utilización y evitar que me tuvieran que intubar. Poner esas metas en cortos periodos de tiempo me ayudó a cumplirlos y me afirmó en la idea de que yo podía adaptarme a la máquina y superarla.
En ese estado y sin fuerzas para nada, sentía cómo la vida se me escapaba. Llegué a sentir una sensación de felicidad al imaginarme mi corporalidad tendida en la cama y entregada, ya no podía hacer nada. Mientras, mi mente flotando por encima como si ya no perteneciera a mi cuerpo sentía una sensación de alivio, que asumía la entrega del cuerpo y disfrutaba con una situación viaje, de escape, de retorno a no se dónde, pero que generaba paz y felicidad.
Esta situación fue recurrente varias veces y siempre vivida de la misma manera, como un sueño dormido o despierto que siempre conducía a esa situación de entrega de mi cuerpo y felicidad mental.
No sé explicar esto. No sé si es una divagación mental para distraerme y aislarme ante lo que entendía como muerte inminente e irreversibilidad de la situación de mi cuerpo o esto es a lo que la filosofía y las religiones han llamado separación de cuerpo y espíritu.
En cualquier caso me ayudó a sentirme lejos de mi cuerpo, a no sentir tanto la angustia y sufrimiento por su pérdida en los momentos de máxima decadencia y entrega y cuando fue mejorando, coger el timón de su recuperación para comer como si no hubiera un mañana y controlar todo lo que estaba pasando, saber qué medicación tocaba y cual no, iniciar la
realización de ejercicio, …
Esa dualidad cuerpo-mente, me sacó física y anímicamente del pozo mental que supone estar 24 h al día conectado a una máquina que no sabes controlar y con un futuro vital más que incierto.
Cuando ya me sentía mejor, empecé a hacer cuentas a 12 horas, de gasometría en gasometría, cuyo resultado esperaba como agua de mayo. Ya no tenía fiebre y podía respirar, aunque no hablar, cualquier intento de pronunciar algo, aunque fuera flojito, suponía golpes de tos seca, dolorosa, con el temor de desaturarme.
En total estuve en la UCI 9 días, durante tantas horas de debilidad, he recibido de parte de todas y de cada una de las personas que allí trabajan apoyo, aliento, ayuda, comprensión, estímulo para seguir adelante mientras me administraban los tratamientos, tomaban muestras, cambiaban, aseaban, traían la comida o algo tan mal tolerado como poner la cuña para defecar en el sillón o la cama.
A todos muchas gracias y mi eterno agradecimiento, por vuestros cuidados, hoy puedo escribir estas letras y no sólo hicisteis muchas cosas por mí sino que me hicisteis sentir bien como persona y eso es lo que al final recuerdas
de esa estancia.
Idéntico recuerdo siento del apoyo de Medicina Interna y los días pasados en planta. De igual modo he percibido el apoyo externo de muchas personas que, a veces casi desconocidas, me han hecho llegar de uno u otro modo su aliento, su petición de ayuda y energía positiva.
A todos muchas gracias por sentirme acogido y cuidado dentro de esta comunidad humana que formamos todos.
Por último quiera hacer una reflexión, cuando me dieron el alta a casa, nadie me dio una factura sobre el costo de mi proceso asistencial. Costara lo que fuera, todo se considera necesario y nuestro sistema solidario ha financiado el 100% de mi proceso asistencial.
Esto ocurre en muy pocos países del mundo, no cae del cielo y no es una obligación que sea así para siempre. Hemos de ser muy conscientes de ello y luchar por mejorar de forma constante la eficiencia, la eficacia y la equidad del sistema para que se pueda mantener en el tiempo y nuestros hijos y nietos tengan unas prestaciones, si cabe, mejores que las nuestras.