Un trastorno mental se caracteriza por la alteración significativa en alguna o varias de las funciones mentales: emociones (lo que sentimos), percepciones (la interpretación de las señales que entran a través de los órganos de los sentidos), cogniciones (lo que pensamos), conducta (cómo nos comportamos) y relaciones interpersonales. El trastorno se produce cuando estas alteraciones afectan al funcionamiento habitual de la persona, aparecen síntomas y señales, algunas de las cuales se indican a continuación:
- Tristeza, malestar, angustia, que interfiere con la capacidad de estudiar, trabajar o relacionarnos.
- Cambios bruscos en el estado emocional (pasar de la felicidad a la tristeza de forma rápida y sin motivo aparente) o, lo contrario, tristeza o euforia constante que no se modifican por las circunstancias del entorno.
- Nerviosismo sin una explicación aparente.
- Disminución del interés por las actividades cotidianas, apatía, tendencia al aislamiento.
- Abandono de hábitos previos, como la higiene, alimentación, paseos o actividades de ocio.
- Cambios en el sueño, por exceso o defecto.
- Problemas con la atención y concentración.
- Dificultades para mantener un pensamiento coherente, con saltos de un tema a otro, sensación de irrealidad o desconexión de sí mismo.
- Sensación de que la gente está en contra, habla o se ríe de ti. Sensaciones extrañas, como oír a alguien que te habla estando solo.
Debe aclararse que no todos estos síntomas o señales tienen que darse a la vez y por el contrario, la sola presencia de uno de ellos no significa trastorno. La combinación de varios, en grados inquietantes que dificulten la vida normal de una persona, sí puede indicar el desarrollo de problemas mentales.